"La gente vagará sin rumbo de mar a mar; andarán errantes del norte al este, buscando la palabra del Señor, pero no la encontrarán" (Amos 8:12).
Muchos cristianos a través de los tiempos han buscado sinceramente santidad y victoria sobre el pecado tomando su cruz y negándose a sí mismos. Pero en muchas ocasiones han encontrado en la vida cristiana un "duro yugo" en lugar de la vida gloriosa que la Biblia describe. Su falla ha sido precisamente que nunca entendieron la vida de fe bajo el nuevo pacto. Buscaron ser santos bajo los principios del antiguo pacto y por lo tanto se perdieron de lo que Dios tenía para ellos.
2 Corintios 3:6 nos dice que el nuevo pacto es un ministerio del Espíritu que trae vida, mientras que el antiguo pacto ¡es un ministerio de la letra que trae muerte!. Y si caminamos de acuerdo a la letra de los mandamientos de Dios - incluso en el nuevo pacto - aún así traerá muerte. Sólo si vivimos por fe y permitiendo que el Espíritu Santo nos guíe, entraremos a la "vida en Cristo".
Ya que Jesús ha ascendido a lo alto y ha enviado a su Espíritu Santo a esta tierra, nuestra vida puede ser mucho más gloriosa que cualquiera de los santos de Antiguo Testamento. Así que si se encuentra hoy a sí mismo viviendo bajo condenación, depresión y desesperanza, debe ser porque aún está viviendo bajo los principios del viejo pacto (2 Corintios 3:9)
Hubo dos cosas que Jesús enfatizó frecuentemente en Su ministerio - la fe en Dios y el poder del Espíritu Santo.
Adán se perdió esta vida de fe en el poder del Espíritu Santo cuando eligió al árbol del conocimiento del bien y del mal en lugar de el de la vida (Gen. 2:9). Él eligió tener el conocimiento del bien y el mal que residía en sí mismo, en lugar de ser dependiente de Dios en ese aspecto.
El árbol de la vida representa la vida de fe bajo el nuevo pacto mientras que el árbol del conocimiento del bien y del mal representa una vida de esfuerzos bajo el antiguo pacto.
Si Adán hubiese elegido el árbol de la vida hubiese vivido por fe - en constante dependencia de Dios. Entonces el Espíritu Santo le hubiera dado vida Divina. En lugar de eso, eligió vivir en dependencia de sí mismo, independiente de Dios. Así es que murió. Todos los incrédulos viven de esa manera - sin la dependencia constante de Dios. Desdichadamente muchos creyentes también viven así.
Todas las religiones enseñan a sus seguidores a hacer el bien y a evitar el mal. Los cristianos que buscan santidad también hacen el bien y evitan el mal. Y a través de su búsqueda de santidad, usualmente ¡terminan haciendo distinciones más y más finas entre el bien y el mal, a través de varias reglas y prácticas! Y sin embargo la mayoría nunca llega a tener una vida genuinamente santa.¿Porqué? Porque la buscan por obras y no por fe.
Por 1500 años Dios enseñó a los israelitas a través de la Ley, lo que era bueno y lo que era malo. Pero la obediendia de las buenas obras ordenada por la Ley no llevó a un solo israelita a tomar parte de la vida eterna. El vivir bajo una serie de reglas y regulaciones - sin importar que tan alto sea el estándar - nunca llevará a nadie a la santidad genuina, incluso hoy.
La verdadera santidad es la vida de Dios en el alma del hombre - y Dios nos ha dado esto como un regalo. Nosotros nunca lo podríamos alcanzar. Debemos recibirlo por fe.
Pablo dijo que en los días en los que no conocía las demandas de la Ley, él se sentía "vivo". Pero cuando entendió las demandas de la Ley de Dios, se hizo tan consciente de los errores en su vida que ¡se sintió "muerto"! (Rom. 7:9). Esta también es la experiencia de muchos nacidos de nuevo. Aparentan estar felices y "vivos" mientras escuchan hablar sólo del perdón de sus pecados. Pero en cuanto escuchan de la Victoria sobre el pecado y la obediencia a los mandamientos de Dios se sienten condenados, miserables y "muertos".
Pero Pablo no se detuvo con la ley del antiguo pacto - y nosotros tampoco deberíamos hacerlo. Dios le mostró a Pablo otra Ley - la Ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús. Esto es lo que finalmente le hizo libre del pecado (Romanos 8:2).
Muchos buscan ser santos haciendo el bien.¡Recuerde que Eva comió del árbol porque parecía bueno!¡Ella no buscaba hacer algo malo! Comió de la fruta no porque quisiera ser como el diablo, sino porque quería ser como Dios - ya que eso es lo que el diablo le había prometido (Gen. 3:5), La gente que vive de acuerdo a la Ley comete el mismo error hoy día - pensando que pueden ser como Dios a través de buenas obras externas.
Mucho del bien que vemos en las vidas de muchos cristianos viene, no de santidad genuina, sino de una Buena crianza. Muchos de esos cristianos son rectos, pero no tienen un hambre apasionada de Dios. Pasan sus vidas acumulando sabiduría de la Biblia, pero sin revelación de Dios. Como resultado, sus vidas no son diferentes de las vidas de algunos buenos incrédulos alrededor de ellos. Todos esos creyentes se han perdido de algo vital que Dios desea que tengan - naturaleza Divina.
Dios no quiere en primera instancia hacernos buenos, sino hacernos creer en Él para que podamos tener Su naturaleza. En sus ojos, los justos no son aquellos que hacen el bien, sino aquellos que viven por fe (Vea Rom. 4:5 y Heb. 2:4).
En Habacuc 2:4 Dios contrasta a dos grupos de personas - aquellos que creen en el Señor y aquellos que son orgullosos. Aquellos que son orgullosos no pueden vivir por fe. La razón por la que muchos no aceptan los obsequies de Dios con libertad, por simple fe, es porque son demasiado orgullosos para aceptar ninguna cosa gratuita. Prefieren ganarse el perdón y su santidad haciendo algo por ellos mismos.
Satanás le dice a los Cristianos incluso hoy (como le dijo a Eva) que no necesitan depender de Dios para conocer la diferencia entre el bien y el mal. Les dice que pueden conocer la diferencia a través de su conciencia o al leer la Biblia. Pero muchos incrédulos también viven la vida de acuerdo a su conciencia - y viven vidas bastante decentes. Un cristiano también puede vivir así - pero no será justo ante los ojos de Dios.
Muchos creyentes comienzan su vida cristiana correctamente - confiando sólo en Dios para su justificación. Pero entonces, como los cristianos Gálatas, buscan hacerse perfectos a través de sus propios esfuerzos (Gal. 3:3). Ellos evalúan su valía espiritual de acuerdo a lo que han hecho por Dios o los resultados que han visto en su ministerio. Y así se sienten satisfechos. Pero cuando la gente le preguntó a Jesús cómo podían hacer la obra de Dios, Él no les dijo que hicieran buenas obras.¡Él les dijo que creyeran en Él! (Jn. 6:28-29) Sin fe es imposible agradar a Dios.
Hay muchas paradojas en la vida cristiana y ésta es la primera que encontramos cuando somos salvos. Sabemos que Jesús nos justifica completamente de manera que nos presentamos ante Dios justos como si nunca hubiésemos pecado - ya que Dios promete nunca recordar nuestros pecados pasados contra nosotros (Heb. 8:12). Al mismo tiempo, ¡se nos pide no olvidar nuestros pecados pasados, no sea que seamos cegados! (2 Pedro 1:9)
Así que, ¡por una parte vemos que Dios no recuerda nuestros pecados pasados y por el otro lado se nos pide no olvidarlos!¿Cómo hemos de vivir con esta aparente contradicción?
Solamente siendo MÁS conscientes del hecho de que la sangre de Jesús ha limpiado nuestros pecados en el pasado, que de esos pecados en sí mismos.
Lea la última frase de nuevo, ya que este es uno de los principios más importantes de la vida cristiana. Si lo cree, esta verdad lo puede liberar.
No hay humildad en sentir culpa por nuestros pecados pasados. Eso es incredulidad, no humildad, y es un insulto a la sangre de Cristo. Esa incredulidad no glorifica a Dios de ninguna manera.
Pablo se llamó a sí mismo "el mayor de los pecadores" después de haber sido un cristiano por 30 años (1 Tim. 1:15). Sin embargo, al mismo tiempo dijo "la conciencia no me remuerde! (1 Cor. 4:4). Ambos hechos eran ciertos.
Esta seguridad es la que nos da mayor confianza ante Dios y gran osadía ante las acusaciones de Satanás, y contra los temores con los que Satanás quiere asustarnos.
Los libros más populares en las librerías cristianas son aquellos que hablan acerca de la fe y el Espíritu Santo. Pero muchos de estos libros llevan a los cristianos a una fe falsificada y a experiencias también falsificadas. La "fe" que estos libros enseñan es fe para convertirse en alguien adinerado y saludable - no para convertirse en santo y espiritual. Se nos dice a los cristianos que podemos obtener cualquier cosa que queramos de Dios, sólo hay que creerlo lo suficiente. Dichas enseñanzas se oponen fundamentalmente a las enseñanzas y prácticas de los primero apóstoles y a las de los santos misioneros (del siglo XIX y principios del XX) que sacrificaron sus vidas para la promoción del reino de Dios.
La fe genuine es aquella que nos permite vencer al mundo (1 Jn. 5:4) - siendo éste "los malos deseos del *cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida" (1 Juan 2:16). Así como Jesús venció al mundo, nosotros podemos vencerlo. (Vea Juan 16:33 y Ap. 3:21). Cuando vencemos al mundo, ya no somos engañados por Satanás diciéndonos que los placeres que vienen con la salud y la riqueza son superiores al placer que llega con la comunión con Dios.
Dios quiere que probemos el placer puro de la comunión con Él. Esa sola cosa puede alejarnos del deseo por otros placeres (Sal. 16:11). Muchos intentan fuertemente vencer las atracciones del placer pecaminoso con medios humanos. Pero solo cuando probamos la comunión con Dios podemos ser hechos verdaderamente libres.
La fe en Dios y el poder del Espíritu Santo pueden hacerlo libre de cualquier atadura que Satanás haya puesto en usted.
¿Se siente usted renuente a dejar algún placer mundano que le atrae en particular? Entonces clame al Señor, como Pedro lo hizo cuando se hundía en el mar, diciendo "Sálvame". Encontrará que Dios le da no sólo el deseo de ser libre del pecado, sino ¡odio por el pecado! En el nuevo pacto, es Dios quien trabaja en nosotros el querer como el hacer de su voluntad (Fil. 2:13). ¡El nuevo Pacto es un hermoso Evangelio!
La vida de Jesús no es algo que podamos imitar. Debemos tomar parte en ella por medio del Espíritu Santo. La mayoría de los cristianos no experimentan esto porque no son pobres de espíritu. Esto significa que no viven sus vidas en conciencia constante de su necesidad de Dios. Confían en sí mismos y son independientes.
Jesús invitó solo a los sedientos a venir a Él y a beber. Para caminar por fe debemos estar constantemente sedientos (pobres de espíritu) y siempre concientes de nuestra necesidad del poder del Espíritu Santo. Debe haber un clamor constante en nuestros corazones (incluso aunque sea tácito) para ser lleno del Espíritu y experimentar Su poder. Aquellos que vengan a Jesús y beban, encontrarán ríos de agua viva fluyendo de su ser (una vida en la llenura del Espíritu Santo - Jn. 7:37,38).
Por lo tanto el creyente más débil puede experimentar la gloria de esta vida de fe en el nuevo pacto y hacerse tan fuerte como el que más.
El que tenga oídos para escuchar, que escuche.