Cuando Dios liberó a los Israelitas de Egipto, había marcado una ruta para que ellos viajaran por el desierto en su camino a Canaán. Sin embargo, ellos sólo podían saberlo si seguían la columna de nube, y fuego, día a día. Para cada uno de sus hijos redimidos, Dios tiene un camino marcado también. Pero ellos solo pueden conocerlo al caminar con Él día a día. Si de verdad queremos tomar el propósito que Dios ha puesto para nosotros, debemos aprender a caminar con Dios. Y aquí es donde encontraremos resistencia de Satanás a cada paso. Así como los ladrones invaden más los hogares de la gente rica que los de los pobres, Satanás apunta más hacia los creyentes que tienen su mente en el Espíritu que en los que están con la mente en la carne. Por lo tanto, veremos que la batalla se hace más dura con cada paso que avancemos en la madurez espiritual.
Hay muchas fuerzas que quieren obstaculizar al creyente que está buscando hacer la voluntad de Dios: el mundo con sus varias atracciones, la carne con sus deseos impuros, y el diablo con sus mecanismos sutiles. Si estos son obstáculos al crecimiento espiritual del creyente, nos podríamos preguntar porqué Dios no los elimina, o al menos protege al creyente de ellos. Este ha sido un problema que ha afectado muchas mentes a través de los siglos. Es suficiente para nosotros saber que estamos hablando de nuestro Padre celestial, que es más sabio que nosotros, el que ha permitido que estas fuerzas existan. Por lo menos una buena razón sería para que crezca nuestra fortaleza espiritual. Incluso en el mundo físico, nuestros músculos sólo pueden ser desarrollados cuando los sujetamos a la resistencia a través del ejercicio. De otro modo, los músculos se hacen flácidos y sin potencia. Un luchador que se está entrenando para un torneo necesita ejercicio constante, luchando contra otros con el fin de equiparse para el evento. Del mismo modo nuestra fortaleza espiritual nunca podrá ser desarrollada si estamos protegidos de las pruebas y tentaciones del mundo, la carne y el diablo.
Nos debería dar fuerte consuelo el saber que el Señor Jesús mismo fue tentado con cada una de las tentaciones que vienen a nosotros (Heb. 4:15). Lucas nos dice que Jesús fue al desierto "lleno del Espíritu Santo" y que al final de la tentación regresó "en el poder del Espíritu" (4:1,14). El vencer las tentaciones comunes a los hombres le había dado fortaleza incluso a Él, como hombre.¿No podrá hacer lo mismo con nosotros? Nunca imaginemos que podemos hacernos fuertes espiritualmente con tan sólo leer libros cristianos y asistiendo a reuniones religiosas. Dichas actividades son el equivalente de consumir alimentos, pero si queremos estar fortalecidos necesitamos también hacer ejercicio. Por ello es que las personas que cortan su contacto con la gente del mundo y viven vidas cristianas protegidas nunca se vuelven espiritualmente robustas.
La santidad es como la salud. Para ser completamente saludables, debemos de hacer ejercicio regularmente. Sólo entonces podremos resistir las enfermedades. Por lo que para ser hechos perfectos, debemos atravesar la tentación y vencerla. Si evadimos las pruebas, nunca seremos hechos perfectos. Esto sugiere otra razón por la cual Dios puso el fruto prohibido en el Jardín del Edén. Le dio a Adán la oportunidad de vencer a la tentación y volverse verdaderamente santo. No es necesario que temamos la tentación. El Señor nos ha asegurado en 1 Corintios 10:13 que Él nunca permitirá que seamos tentados más allá de nuestra capacidad de soportarla.
Salmos 66:10-12 es uno de esos hermosos pasajes del Antiguo Testamento que sugiere los grandes beneficios que podemos obtener a través de las pruebas. El fuego y el agua no sólo nos hacen ricos espiritualmente, sino también espiritualmente sanos. Los hombres de Dios en la Biblia estuvieron todos sujetos a las mismas tentaciones que nos afectan. Santiago 5:17 nos dice que incluso Elías tenía que vencer los mismos deseos y pasiones que nosotros. Fue debido a que esos hombres de Dios vencieron en sus pruebas, que se volvieron más fuertes, y por lo tanto utilizables en las manos de Dios. Dios permite que la tentación llegue a nosotros con el fin de probarnos. Quienquiera que sea usado por Dios debe ser probado. Las tentaciones que llegan a nosotros cuando estamos solos tienen la intención de probar nuestra aptitud para un servicio público. El vencer a la tentación es como aprender a nadar. No se puede hacer en un solo día. Pero si está decidido a hacerlo, tarde o temprano adquirirá la habilidad. Entonces ya no le tendrá miedo al agua. Del mismo modo, si estamos decididos, aprenderemos el secreto de la victoria de Cristo sobre la tentación, y ya no estaremos temerosos de ella.